lunes, 14 de diciembre de 2009

Una história epica


Se escuchan pequeños sonidos en el metal que choca entre sí cuando el viento pasa a través de los anillos que cuelgan de la pechera de batalla de nuestro personaje. La mirada se concentra en el objetivo que lleva vigilando desde hace un par de horas, no la ha desviado desde entonces. Hace unos minutos le gritó a la bestia unas palabras y cuando ella se movió rabiosa al escucharlas, nuestro heroe apretó ligeramente la empuñadura que hasta ese momento habia estado libre, asentó los pies un poco más en la tierra arida que lo rodeaba y en un solo movimiento giró su cuerpo para que su hombro derecho quedara hacia la bestia y el ala derecha se moviera ligeramente hacia arriba para esperar la embestida. Sin embargo, nada más paso, la bestia terminó de azotar los puños contra su pecho, hiso una mueca de burla y se q uedo quieta viendo fijamente hacia enfrente.

A partir de ahí, nuestro heroe regresó a su posición de guardia: resguardaba la entrada a la única construcción visible: unas habitaciones hechas con madera rustica. Sus brazos desnudos y llenos de tatuajes con simbolos orientales se distensan, las manos recubiertas por tiras de piel se entralazan y muestra sus palmas ligeramente hacia el cielo a la altura del ombligo, inclina ligeramente la cabeza pero tambien mantiene la vista al frente. Sabe de la peligrosidad de la bestia, ha matado a muchos, bastan unos instantes para que se encuentre exactamente enfrente de él, no puede confiarse, su guardia es demasiado valiosa. La bestia no viene por él, pero pasaría por encima de cualquiera que se coloqué entre ella y quien lo desafió. Al mismo tiempo, nuestro héroe se encuentra dispuesto a dar su vida en la defensa que ha prometido hacer. La bestia lo sabe y prefiere esperar, su oponente saldrá pronto y prefiere luchar directamente con él, tiene ventaja, está en su terreno y estuvo antes a muy poco de matar a esa impertinente. Antes la bestia estaba tranquila, no molestaba a nadie en especial, mataba sólo para comer y mantenía el equilibrio en la comarca. Antes de que esa humana se apareciera y la retará a muerte. Si muerte había venido a buscar, la obtendría, para eso estaba ahí, para terminar lo comenzado.

Nuestro héroe se estremece, la mirada le brilla intensamente mientras la otra parte de él se le reintegra. Sonrie, unos minutos después la puerta que protege comienza a abrirse, por unos instantes, acaso un segundo, se permite la abstracción, recuerda la vez que él entró por esa misma puerta con su hombro izquierdo dislocado, su brazo del mismo lado sangraba profusamente mientras su mano derecha trataba de tapar la herida. Imposible que cesará la hemorragia, le faltaba un pedazo completo de musculo. Se arrojó dentro de la habitación, cayendo por poco de bruces. Lo habían herido en batalla y era perseguido, casi atrapado y muerto. Mientras el piso se llenaba de sangre comenzó a perder el conocimiento, era la liberación final, la estrategia había fallado. Al menos moriría ahí.

Sin embargo no sucedió así, recibió un amplio abrazo, tibio, mientras una figura femenina se colocó en el marco de la puerta, sacó una flecha de su cesta y rápidamente la apuntó a la garganta de su perseguidor, el cual se percató de inmediato y detuvo su carrera hacia la cabaña. La figura femenina y su ahora oponente se miraron en silencio mutuamente con extrema fiereza mientras nuestro héroe escuchaba de quien lo sostenía en su regazo palabras de aliento con un tono increíblemente dulce y un halo azul lo rodeaba sanando sus heridas.

La puerta se cerró, pero nuestro héroe no vio a nadie más. Supuso que quien se había interpuesto entre él y la muerte había abandonado la habitación y así era, estaba montando guardia desde afuera, no se movería. Controlando la respiración se percató que era abrazado por una mujer hermosa, con un cierto aire familiar, se sintió confortado, como en casa. Pasaron un par de horas sin que ambos se percataran. Recobrando poco a poco las fuerzas, mientras se tomaban de las muñecas, le dijo que no había manera de vencer a su oponente, es más fuerte, rápido y listo. La miraba desde fuera hacia detrás de los ojos: ojala su destino hubiera sido encontrarla en otras circunstancias, le hubiera gustado saber de donde venían esos extraños parecidos.

Ella le regresó la misma mirada contestándole en silencio que lo conocía, que sabía quién era él. Pero no dijo nada, por el contrario, se reincorporó, caminó por la habitación y regresó con un libro antiguo de pasta gruesa y una llave que debía corresponder al único mueble que tenía chapa. Uno angosto y muy alto. Le entregó los objetos a nuestro héroe, sonrió de nuevo. Había magia en la habitación. En ese momento se escuchó proveniente del exterior una voz femenina llena de autoridad y orgullo que le gritaba al perseguidor de nuestro héroe que no tenía ninguna oportunidad, siguió un aullido y de nuevo el silencio. Cuando nuestro héroe regresó la vista hacia su anfitriona, no pudo encontrarla. Se había quedado solo.
Nuestro héroe seguía recordando cómo fue que abrió el libro y comenzó a leer dándose cuenta con sorpresa de que hoja tras hoja contenía fotos de él luchando contra monstros, pero no recordaba nada de eso, sin embargo las pruebas eran irrefutables. Con cada avance observó el mismo patrón. A juzgar por lo que veía, primero salía de la habitación, al bosque, desafiaba a la bestia, luchaba con ella y salía derrotado, llegaba apenas a la cabaña. Luego las imágenes se interrumpían y se repetía la secuencia con otro oponente. En ocasiones la bestia se parecía a otra anterior, sólo que más fuerte y estilizada. La dedicatoria decía: a mi amada compañera, la parte de los dos que siempre confía. No comprendía. Pero intuyó que si había salido vivo de esos encuentros debía de haber sido por el secreto escondido bajo llave.

Se reincoporó por completo y abrió el mueble alto. Encontró un par de alas bellisimas, como de angel, un pergamino y una caja de madera cerrada. Estaba facinado, el esplendor que provenía de esos objetos lo revitalizó y clarificó su mente. Desenvolvió el pergamino. Contenía las instrucciones sobre lo que debía hacer. Dio un paso atrás, abrió sus brazos de par en par para permitir que las alas se colocaran por sí mismas y que un revestimiento blanco en forma de armadura se formara sobre su pecho, una nueva argolla brillo por un momento para darse a conocer. Ajustó las empuñaduras de sus armas. Era otro.

Con la misma llave abrió la caja, a partir de lo que leyó en el pergamino sabía que encontraría otro libro similar al suyo. Los intercambió, cerró la caja y el mueble. Dejó la llave en el cuarto y buscó la dedicatoria de este libro: a mi amado compañero, la parte de los dos que siempre confía. Sonrió. En su mente se repiten algunas de las palabras que había leído en el pergamino mientras camina hacia la puerta y comienza a abrirla. La letra era cómo de la familia. La bestia es una parte de ustedes que no ama. La han ido a buscar para matarla para conocer que hay después de ella. Siempre ha estado a punto de matarlos pero el otro los protege y cura. Siempre han leído este pergamino. Las alas siempre aparecen. Siempre piden perder la memoria para reiniciar el proceso. Siempre son amados. Ustedes se conocen. Ustedes son uno.

De regreso al principio, mientras se termina de abrir la puerta, nuestro héroe regresa de su abstracción, se aparta a un lado, ya sabe cómo termina esta parte de la historia. La figura femenina sale, lo reconoce, lo observa con amor, sonríen, ella corre hacia el frente decidida, también sabe como termina esta parte de la historia.