Toma un episodio desagradable, de preferencia uno reciente. Ahora, sin que exista juicio, con gran bondad, piensa en cómo participaste en esa situación. Descríbete detalladamente las acciones, pensamientos e intenciones que participaron desde tu lado.
No te quedes con las explicaciones superficiales. No te conformes con el primer pensamiento y la primera conclusión. Realiza un proceso de minería: debajo de esa actitud existe otra y debajo de esa otra y debajo de esa otra más.
Si realizas ese proceso obtendrás la materia prima que origina tu acciones y podrás controlar (o al menos no sorprenderte cuando pasen) las circunstancias aparentemente aleatorias de tu vida.
El universo te espejeará siempre. Pero recuerda, devolverá la imagen de tus intenciones, no necesariamente la de tus acciones.
Por ejemplo:
Si ayudas a alguien y después te decepciona, es un buen ejercicio analizar cuáles fueron tus intenciones al momento de ayudar. ¿En qué porcentaje había condescendencia (agresión) en tu corazón?, ¿En qué porcentaje había una intención genuina de ayuda? ¿En qué porcentaje existía miedo por no ser abandonado o abandonada y por eso ayudabas? , ¿En qué porcentaje tu necesidad de ser admirado o admirada mayoriteó tu acción? ¿En qué porcentaje ayudabas para tratar de asegurar una ayuda recíproca en el fututo? ¿En qué porcentaje ayudabas para que los demás no se dieran cuenta de tu indiferencia y –al mismo tiempo- apego a la humanidad?
Si concentras tu energías en resolver estas preguntas, te darás cuenta que no existen sorpresas en los eventos que se presentan en tu vida. Nunca hay aleatoriedad o descompensación en nuestras vidas. Todo el proceso es envuelto con un gran amor.
Este ejercicio demandará de ti un nivel mayor de madurez, pero al mismo tiempo te proporcionará herramientas de desarrollo interno completamente nuevas y muy, muy poderosas.
Tu vida será otra.
El poder.