miércoles, 22 de febrero de 2012

Cuestionando los paradigmas


Un Paradigma es algo que pensamos que es verdad. Una estructura de pensamiento acerca del mundo. Es un modelo de comprensión del medio ambiente y de nosotros mismos en un tiempo determinado. Los paradigmas brindan seguridad porque nos dan una explicación del por qué suceden las cosas.
Pero, ¿qué pasa cuando no cuestionamos nuestros paradigmas?. Pues estos se vuelven verdades automáticas que en lugar de ayudarnos, nos limitan.
Por ejemplo:
  • Imaginemos que nunca se hubiera cuestionado que la tierra era plana o que el sol giraba alrededor de la tierra. También se decía que no era posible que el hombre inventara una máquina para volar. Ahora estás ideas nos parecen claramente erróneas, pero en su momento constituían bases inequívocas del pensamiento humano. Ahora veamos algunas ideas más: Se decía que era parte del orden natural de las cosas que la mujer fuera marginada de la vida social. También se consideró que las ideas de igualdad sin distingo de razas ponían en peligro la existencia de la sociedad ¿Qué hubiera pasado si no se hubieran cambiado estas ideas? ¿Cómo sería hoy el mundo sin las revoluciones de pensamiento en la física, en la mecánica o la geometría?

En nuestra vida cotidiana también tenemos una serie de paradigmas. Nos sirven porque dan un orden y sentido a lo que hacemos. También previenen que tengamos accidentes. La mayoría de los paradigmas son buenos para la vida cotidiana.

Los paradigmas se adquieren a través de la observación y la experiencia directa. Cuando vimos a nuestros padres hacer algo de una forma y no de otra, adquirimos una idea o conocimiento sobre cómo hacerlo. Al ir creciendo seguimos recibiendo “lecciones” formales e informales sobre cómo debemos hacer las cosas.

También recibimos ideas de cómo es el mundo. Si nuestros padres tenían una idea específica del mundo, es bastante probable que nosotros llevemos a nuestro interior esa misma idea; a veces sin saberlo.
Por ejemplo:
  • Si alguien que era importante para nosotros hacía gestos cuando aparecía una noticia sobre un tema social, lo más probable es que nuestra primera idea sobre ese tema sea de rechazo. No tuvieron que decirnos nada, nosotros aprendimos viendo la cara de esa persona importante que el tema no era agradable. ¿Cuantas cosas las aprendimos sin saberlo? ¿De cuantas ideas sobre el mundo nos hemos preguntado si debemos cambiarlas? ¿Cuantas veces hemos tomado un rumbo sólo porque es el conocido sin saber que existen otros más sencillos y gratificantes?

Desde lo simple hasta los pensamientos más profundos. Todo lo vivimos porque creemos que así debemos hacerlo. Esto NO necesariamente es así. Tal vez podríamos ahorrarnos mucho esfuerzo y sufrimiento si cambiamos la forma de hacer o de pensar sobre temas o acciones específicos.

En ocasiones no cambiamos nuestros paradigmas porque estamos en una zona de confort. Conocemos a fondo cómo hacer una tarea o sabemos como lidiar con una situación específica. Si nos ha funcionado, no es sencillo que nos sintamos motivados para cambiarlo. Como seres humanos tenemos una tendencia a dejar las cosas tal y como están porque lo desconocido incomoda o asusta.

Pero, ¿qué pasaría si por cambiar mejoramos?. ¿Tendríamos mayor disposición para hacerlo si pudiéramos ver los beneficios que obtendríamos?. Ahora un poco más allá: si nos doliera algo y ya nos acostumbramos al dolor, pero alguien nos dijera que podemos quitarlo para siempre, ¿lo haríamos?. ¿y si esa persona que nos dice que tal vez podemos estar mejor fuéramos nosotros mismos?

Dos historias:
  • Un amigo siempre manejaba hacía su trabajo por la misma ruta. Tenía que manejar alrededor de cincuenta y cinco minutos en las mañanas y otro tanto por las tardes de regreso a su casa. Llevaba haciéndolo por cinco años. Con el tiempo se había acostumbrado a la ruta. Conocía con detalle cada semáforo y esquina. Sabía donde de asentaba el tráfico y donde podía acelerar su automóvil. Cierto día, algo le dijo que valía la pena arriesgarse a tomar otra ruta. Tenía la opción de seguir la de siempre o de arriesgarse. Con un movimiento rápido de su volante se adentro fuera del sendero. Al principio iba muy contento, optimista. Después las cosas se complicaron. Las calles perdieron la familiaridad y se llenó el camino de curvas y cuestas. Se arrepintió. Pensó, ¿qué necesidad tenía de haber hecho esto?. Ojala no tenga problemas con el motor o una llanta. Pasaron 10 minutos más de incertidumbre antes de dar una última vuelta, casi en “u”, y darse cuenta que estaba muy cerca de su casa. El camino no sólo le había ahorrado un poco de tiempo, tenía el potencial de mejorar su calidad de vida al ahorrarle casi una hora de traslado de ida y otro tanto de vuelta.

  • Mi abuela era una fanática de la televisión. Empezó con las de blanco y negro, de bulbos. Después conoció las de color y a control remoto. Por último, se asombró con las de alta definición y que además eran ultra delgadas. Siempre se actualizó y disfruto de los cambios. Le parecía fascinante cómo avanzaba la tecnología. Con otras ideas no lo hizo. Le mortificaba que las mujeres se quedaran cada vez menos en casa y que no usaran falda todo el tiempo. En ocasiones me he preguntado si ella hubiera podido disfrutar más a su nieta, ahora una adolescente, si su pensamiento se hubiera abierto más a las nuevas formas de ver el mundo.
Que puedo hacer:
  • Cuestiona lo que haces y lo que piensas. Hazlo con tranquilidad, sin enojarte o estresarte. No te juzgues. Preguntate internamente dónde aprendiste a pensar o actuar así.
  • Averigua si hay otra manera. Investiga y explora otras formas de hacer las cosas y las diferentes ideas sobre ese mismo tema que existan. Te sorprenderás de la cantidad de opciones que existen. Si es posible, platica con las personas de donde viene la idea y pídeles que te detallen cómo llegaron a esas conclusiones. Tal vez los supuestos que se utilizaron sigan vigentes hasta el momento, o tal vez no.
  • Aplica los cambios que te parezcan adecuados. Incorpora poco a poco los cambios. No lo intentes de un día para otro. Ríete de ti si las cosas salen bien o salen mal. No es importante que te quedes o te vayas. Tampoco que pienses lo mismo o lo cambies. Lo importante es que adquieras la habilidad de cuestionar y adaptarte.
No creas que ya no estas en edad para cambiar tus conceptos sobre la vida. En un mundo que avanza constantemente, la marcada estabilidad de pensamiento a veces es un retroceso.
Uno de los paradigmas más difíciles de cambiar es el que se refiere a nuestra percepción de los demás. Es complicado cambiar la opinión sobre alguien: creemos que ya conocemos al otro, que sabemos cómo piensa y reacciona. Ante una situación específica, podemos prever con bastante exactitud qué va hacer y cómo va a hacerlo. Incluso, nos sentimos orgullosos de estas predicciones. Sin embargo, también existe un cierto dejo de tristeza. Una parte de nosotros quisiera que las cosas fueran diferentes. Pero, es imposible que obtengamos resultados diferentes si seguimos pensando exactamente de la misma manera.

Probablemente pienses que no tiene caso esperar una reacción diferente de los demás, pero qué pasaría si esa misma pregunta no la hiciéramos a nosotros mismos?, ¿sería posible que yo cambiara mi manera de actuar?

Además, lo que recibimos del mundo exterior no está relacionado necesariamente con las personas de quienes lo recibimos. Si sabemos que la persona que nos da un servicio siempre lo va hacer de mala gana, tal vez podamos cambiar eso. Sólo es necesario eliminar nuestra predisposición. No pasará mucho tiempo antes de que veamos un cambio de actitud en esa persona o que veamos que “casualmente” esa persona es sustituida por otra que nos atiende exactamente como nosotros pensamos que la primera podía habernos atendido. Eso es una garantía. Si cambiamos nuestros paradigmas sobre una persona, no pasará demasiado tiempo antes de que recibamos otro trato, ya sea por la misma persona o por otra. En cambio si creo que todas las mujeres o todos los hombres son de una determinada manera, ¿qué crees que me pase?

Trata de distinguir entre una estructura interna firme y un estancamiento de estructuras de pensamiento porque son dos visiones, de nosotros mismos, muy diferentes. Puedes estar orgulloso u orgullosa de tus convicciones y recetas de vida, pero tal vez debas cuestionar cuántas de ellas se sostendrían a sí mismas en otros contextos. Se necesita humildad para cambiar. Cuando no lo haces, implícitamente estas diciendo que sólo tu verdad es la mejor y por eso no quieres enterarte o tomar en serio otras verdades. Como si consideraras que cualquier otro punto de vista es inferior a lo que tu ya consideras como tu verdad. Si eres una rama firme, esta bien, pero si lo eres demasiado, te vuelves quebradizo, no soportarás mucho peso el siguiente invierno. En cambio, si sabes ser firme y flexible al mismo tiempo, cualquier estación del año será tuya: disfrute completo.

Hacer ejercicio te mantiene joven, cambiar paradigmas también. Todo tiene un grado de dificultad. Correr puede ser difícil, sobre todo al principio, pero la salud resultante es muy reconfortante. Los beneficios son mayores al esfuerzo: fortalece la autoestima y alarga tu vida. Tal vez lo mismo sea para el cambio de paradigmas.

Cerrando cliclos

Llega el discípulo y le pregunta a su maestro qué tiene que hacer ahora y el le contesta: Lo que no quieras hacer.