miércoles, 14 de mayo de 2014

Para ir alegre en el mar embravecido: Primera herramienta








En el artículo anterior platicamos sobre las herramientas que pueden ayudarnos a percibir nuestra vida de forma liviana. La primera herramienta que es buena idea practicar se llama intuición. La intuición es la toma de decisiones que no se basa  en un pensamiento o en una sensación. Cuando tomamos una decisión lo hacemos normalmente por dos razones: emocional o  racional. Sin embargo existe una tercera razón para la toma de decisiones: la intuición.  No es un pensamiento, no es una emoción. Es una serie de ideas complejas que no llegan una después de otra, por el contrario, nos llegan en una sola vez.
La intuición es un proceso simple pero difícil de dominar. Es difícil dar instrucciones detalladas. Es como escribir instrucciones para andar en bicicleta. Puede decirse donde poner un pie u otro. Hacia donde mandar el equilibrio del cuerpo ya es un poco más difícil de explicar y la sensación de vaivén mientras estas aprendiendo todavía más. Sin embargo, vamos a intentarlo.
Cuando vamos en un automóvil en ocasiones tenemos la idea de dar vuelta a la izquierda o a la derecha. Esa idea no fue razonada ni emocionada. Sólo llego, por un momento y en una sola exhibición. Si nos ponemos a pensar por qué habríamos de tomar esa decisión ya no estamos actuando por intuición. Es decir, el razonamiento de la decisión no es ser intuitivos. Como la intuición llega de una sola vez, la ventana de oportunidad para tomar esa decisión basada en la intuición es muy estrecha. Digamos que es instantánea. Si dudamos entonces ya no estamos actuando con  intuición porque al dudar estamos en el razonamiento o  la emoción.
No nos confundamos creyendo que seguimos nuestra intuición. De hecho, los errores mientras aprendemos la intuición, serán en su mayoría  por creer que sí seguimos nuestra intuición cuando en realidad nuestra decisión fue razonada o emocionada y nosotros queremos creer que fue por intuición.
Ahí radica el grado de dificultad. Decantar nuestras decisiones tomadas por intuición de las tomadas por la racionalización o la emoción.
Cuando ignoramos la intuición (todos lo hacemos en mayor o menor medida) estamos implícitamente reforzando un paradigma en donde pensamos que nuestros sentidos y nuestra experiencia nos llevarán siempre por el mejor camino, pero esto no es así. Incluso, podemos desconfiar de nuestra intuición porque en ocasiones nos llevará por caminos desconocidos y eso no nos gusta. Esto es normal al inicio del proceso porque lo vemos confuso y difícil de dominar. Es como desconfiar de la bicicleta porque nos parece difícil de dominar, complicada y potencialmente peligrosa: un aparato que puede traer más problemas que beneficios y que es mejor dejar guardada en el armario como una bonita anécdota.

Pero, qué pasaría si comenzamos a dominar la intuición. ¿Qué pasaría si después de algunos tropiezos empezáramos a desarrollar esa habilidad? La sensación de libertad y velocidad serían incomparables. Con el dominio de la intuición tenemos la posibilidad de hacer cosas que nunca habíamos hecho antes y sentirnos seguros porque siempre habrá una pequeña voz que en el momento justo nos dirá sin palabras cuando dar vuelta en nuestro camino. Es como tener un vigía en nuestro barco que alcanza a ver un poco más lejos y un poco más nítido. Este guía siempre estará contigo y entre más lo escuches, más claro se volverá para ti. 

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