viernes, 8 de enero de 2016

La soledad de mi adolescente interno

He visto de frente la soledad:
La de la habitación vacía,
la de la llena.
Cuando me dicen que no me entienden,
cuando dicen que sí, pero no en realidad.
La de mis argumentos obvios,
la de la prisa por convencer.
Cuando pienso que nací equivocado de año,
o de prioridades.
La de los padres haciéndose más ellos,
la de mi viejo interno.
Cuando no me he acompañado ni yo mismo,
cuando me censuro seguido.
La de los amigos que te necesitan,
solo eso, te necesitan.
La de los maestros ausentes,
y la de los manipuladores para que te quedes.
La de la iglesia redentora,
después de venderte a sobreprecio tus pecados.
La de la incomprensión de mi pasado,
la de las injusticias que veo, tomo, o doy, hoy.
La del miedo a mi futuro.

Intenté decirle a mi adolescente interno que sé cómo se siente. Pero eso ya lo sabe, y sabe que yo lo sé. Sólo me queda sentarme junto de él, en silencio, pasándole la mano por un hombro. El sol se va ocultando y el contraste entre la temperatura que era y la que será provoca viento.
Lo que fue y lo que será provoca viento. Respiramos profundo. Mi adolescente toma mi mano.

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